En el Día de las y los profesionales de la Biología, la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN) de la UNSJ comparte la vida de un referente de esta disciplina en San Juan. Fue uno de los creadores de la Licenciatura en Biología, fundó el Gabinete de Diversidad y Biología de Vertebrados del Árido y dirigió el Doctorado en Biología. Un apasionado por la naturaleza y la ciencia con profundo sentido humanista. 

Juan Carlos Acosta nació el 20 de octubre de 1963 en San Rafael, Mendoza. Fue el segundo hijo del matrimonio conformado por el comerciante Juan Acosta, hijo de españoles, y Maria Luisa Seifert, una mujer disciplinada de ascendencia alemana que heredó a su hijo el sentido de la responsabilidad, la pulcritud y la puntualidad. “Juanca”, como le llamaron siempre, fue un niño tranquilo y tímido, huellas de identidad que lo acompañaron toda su vida.  

Estudió primaria y secundaria en el Colegio Hermanos Maristas de San Rafael. Allí fue un alumno sobresaliente en los dos niveles, destacado por su perfecta ortografía. La formación religiosa en esta tradicional institución católica no fue una restricción para su modo de mirar y entender el mundo desde una perspectiva profundamente humanista pero sin dogmatismos. Los caminos de la vida lo convirtieron de adulto en un crítico de toda liturgia religiosa. 

La infancia de Juan Carlos Acosta en San Rafael, Mendoza.

Estudioso, aplicado, autoexigente, amante de la naturaleza, poco sociable y con ideas claras. Con ese perfil abandonó la adolescencia y cuando promediaba el secundario ya tenía claro su futuro: quería ser biólogo. Los documentales televisivos y la colección de Las aventuras de Jacques Cousteau habían despertado en él la curiosidad por los enigmas de la vida y los secretos del mundo marino. 

Cuando llegó el momento de definir, su padre, que por entonces no lograba entender bien qué era la Biología, se fue con Juan Carlos a la ciudad cordobesa de Río IV y se entrevistó con las autoridades de la Universidad Nacional de esa ciudad; allí lo convencieron para que apoyara sin reservas la “excelente elección” que había hecho su hijo.  

En el tercer año de la Facultad, Juan Carlos conoció a la estudiante sanjuanina Graciela Blanco, con quien pronto armó equipo de estudio y poco tiempo después pareja sentimental. La Biología y el amor fueron el contexto de aquellos primeros años dorados de vida universitaria. 

En octubre de 1985, los jóvenes estudiantes se anoticiaron que serían padres y de inmediato decidieron casarse, aun cuando todavía quedaba camino para terminar la carrera. Juanca tenía por entonces 22 años y todo marchaba sobre rieles. Sin embargo, la repentina muerte de su padre, quien era su único sostén económico, cambió de manera radical la situación y su proyecto universitario entró en crisis.

Juan Carlos Acosta con su compañera de vida Graciela Blanco y Juan Manuel, el primer hijo de la pareja.

En ese momento vino a cumplir un papel clave el Prof. Ricardo Martori, quien llevaba un tiempo dirigiendo la formación de Juan Carlos en Herpetología y con quien el joven sanrafaelino había construido un vínculo que trascendía la mera relación académica. 

El Profe “Richard”, como le llamaban al especialista en lagartijas, ranas, sapos, tortugas y serpientes, llevó a vivir a su propia casa a la joven pareja de estudiantes y a su hijito Juan Manuel, además incorporó a Juanca a su cátedra con un cargo de ayudante. Gracias a esto, Juan Carlos pudo terminar su trabajo de tesis y la pareja tuvo un hogar acogedor, en el que fueron habituales las charlas sobre las teorías biológicas y el sentido de la vida.

El matrimonio fue acompañado amorosamente durante cuatro años por el académico Martori y su familia. En ese tiempo el flamante biólogo logró ascender a Jefe de Trabajos Prácticos y su esposa terminar la licenciatura. En ese periodo también nació Rodrigo, el segundo hijo de la pareja.  

Obligados por la crisis económica que inauguró la década de los años 90, Acosta y su familia se mudaron a la ciudad de Ingeniero Jacobacci, provincia de Río Negro, buscando mejores condiciones de vida. El matrimonio se dedicó allí a ejercer la docencia en un instituto terciario y a disfrutar en familia de los paisajes montañosos y la gran diversidad de flora y fauna de aquella privilegiada localidad patagónica. La naturaleza siempre fue el mejor escenario de su vida. 

Todo hacía suponer que era el lugar ideal para soltar el ancla y desarrollar la vida familiar. Sin embargo, al año de residir en la ciudad, la provincia se sumergió en una crisis institucional que provocó la parálisis de casi todos los servicios del Estado y el cierre definitivo de los institutos terciarios. Así terminó la experiencia de la familia Acosta en el sur.    

Pasiones. Naturaleza, biología y familia.

San Juan, la tierra natal de su compañera de vida, fue el destino siguiente y casi obligado del Lic. Acosta y su familia. En el verano de 1992, Juanca se presentó en el Museo de Ciencia Naturales de la FCEFN a ofrecer sus servicios. Así, de la mano de su colega Fernando Murúa, se sumó como investigador ad honorem en algunos proyectos de investigación y extensión.

En 1993 nació la tercera hija de la pareja, María Sol. Por entonces, el Lic. Acosta consiguió su primer contrato rentado en un proyecto que investigaba la desertificación del departamento Valle Fértil y dirigía su coterránea sanrafaelina Grisel Ortiz. También por ese tiempo comenzó a trabajar en el INES y un poco después en la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia; en ambos casos haciendo dupla con su esposa Graciela.  

Juan Carlos Acosta y Grisel Ortiz.

En esta etapa estableció un fuerte vínculo profesional y de amistad con un grupo de colegas que luego estará muy presente en su trayectoria académica y con el que hará significativos aportes para el desarrollo de la Biología en San Juan. Entre los miembros de aquel grupo estaban Graciela Pastran, Francisco “Tito” Marquez y los citados Murúa y Ortiz. 

Estos profesionales y el Dr. Juan Carlos Acosta son reconocidos hoy como los impulsores y autores de la creación en 1995 de la Licenciatura en Biología en la provincia, una carrera que presentó un perfil vanguardista para la época, conteniendo en su currícula temas por entonces no considerados en otras universidades, como las problemáticas socio ambientales. 

A partir de 1996, cuando comenzó el dictado de la flamante carrera en la UNSJ, el Lic. Acosta fue erigiéndose de a poco en uno de los docentes más queridos y respetados por la comunidad de la FCEFN, especialmente por el estamento estudiantil. La capacidad para empatizar y la pasión con la que investigaba y enseñaba Biología, eran parte de los atributos que hacían de Juan Carlos una persona admirable y fácil de querer.  

Destacado por su capacidad para formar equipos de trabajo.

El Dr. Acosta fue una figura académica destacada y multifacética. En lo disciplinar, dirigió numerosos proyectos de investigación y extensión, trabajó con reconocidos especialistas nacionales e internacionales, fue autor y coautor de más de doscientas publicaciones científicas relacionadas a la Herpetología y otras ramas de la biología, además, dirigió numerosas tesis de grado y posgrado. 

También incursionó en gestión; participó en numerosas comisiones y consejos, entre ellos fue Consejero Departamental, codirector del Programa de Investigación-extensión del Departamento de Biología y dirigió el Comité Académico del Doctorado en Ciencias Biológicas de la FCEFN.

Además fue el creador del Gabinete de Diversidad y Biología de Vertebrados del Árido (DIBIOVA) de la FCEFN, actualmente integrado por docentes, egresados, becarios y estudiantes avanzados de Biología y denominado, desde el 27 de junio de 2024, “Dr. Juan Carlos Acosta”.   

En el laboratorio y en el campo. Un biólogo todo terreno.

Hasta mediados de 2023, Juan Carlos atendió con el mismo compromiso de siempre los proyectos de investigación, las obligaciones de sus cátedras (“Diversidad de Vertebrados”, “Herpetología” y “Taller de Campo”) y los trabajos privados de consultoría. Nunca dejó de aprovechar cada momento que se le presentó para entregarse de cuerpo y alma a su familia, el bien más preciado que supo conseguir en la vida y del que solía jactarse con orgullo. Por ese tiempo, su hija Sol y sus nietos Juan Ignacio, Olivia, Emma, Silvestre y Luz Victoria eran las principales razones de sus desvelos y alegrías.         

Precisamente, en junio de ese año, una repentina dolencia abdominal se convirtió de un día para el otro en un diagnóstico difícil de enfrentar. Su páncreas comenzó a fallar y los estudios médicos, los viajes y los tratamientos coparon su vida. 

Fiel a su estilo, presentó pelea y resistió todo lo que pudo. Pero no alcanzó. El 2 de agosto de 2023 se quedó “cómodamente adormecido”, como reza aquella canción que tantas veces sintió como propia y que lo acompañó hasta el día de su despedida. Se marchó en paz, ese estado que tanto anhelaba, rodeado por el amor de su mujer, sus hijos, nietos, madre y sus dos hermanos.  

La Biología de San Juan perdió así a uno de sus más destacados promotores; sin embargo, es un consuelo saber que dejó un fértil semillero de buenos profesionales que hoy, desde la Universidad Pública, rinden honor con su trabajo al gran maestro y amigo que tuvieron y a esa maravillosa ciencia que se ocupa de estudiar los secretos de la vida.    

El trabajo, la familia y lucha contra la enfermedad.

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